El abogado ejemplar

El abogado ejemplar

‘El abogado ejemplar’ | #AulaGAejemplaridad

Presenta

Dr. D. Jesús Prieto de Pedro (Catedrático de Derecho Administrativo UNED, Director del Instituto Interuniversitario para la Comunicación Cultural UC3M/UNED)

Ponente

Dr. D. Javier Gomá Lanzón (Director de la Fundación Juan March)

 

La ejemplaridad como experiencia que ilumina

Javier Gomá no necesita presentación, adelanta Jesús Prieto. “Es polifónico”. Doctor en Filosofía, también estudió Filología Clásica y Derecho. Es letrado del Consejo de Estado y desde 2003 dirige la Fundación Juan March. Escritor, ensayista, autor dramático, pensador… conjuga a la perfección las vertientes institucional, práctica y teórico-reflexiva. “Me interesan muchas de tus líneas de pensamiento: esa metáfora de que en este país llegamos tarde a la modernidad, porque entró por el norte y al llegar al sur estaba ya cansada, que tantas cosas explica. O tu defensa de que la imaginación es un poderoso instrumento al servicio de la ética”, prosigue Prieto dirigiéndose al polifacético ponente de esta cita multidisciplinar, el Aula Encuentros de Gabeiras & Asociados.

Perfil polifacético y ‘multidisciplinaridad’ que también se refleja, una vez más, en los propios asistentes a ‘El abogado ejemplar’, que no sólo asisten sino que participan animosamente en la conversación que ya se ha generado en torno a la mesa del Aula. El presidente del Consejo de Estado y el extitular de la Sala tercera del Tribunal Supremo, una magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, un catedrático de Filología Griega, un magistrado de un juzgado de instrucción, varios docentes, un patrono de la Fundación ‘Hay derecho’, miembros de la Asociación Scevola, una letrada del Tribunal Supremo, la directora de la Fundación Zuloaga y la directora de los Teatros del Canal, entre otros, aportarán su particular visión del binomio abogacía-ética.

“Sólo he tenido una idea en mi vida: la ejemplaridad. Y al ser sólo una la he podido cuidar mucho”, bromea Gomá. “Mi propuesta es ontológica. La ejemplaridad es un concepto ontológico. ¿Qué es la verdad? La verdad reside en el ejemplo personal. ¿Cómo se conoce? Mediante la praxis, nunca a través de un proceso de abstracción. De la práctica y no de la teoría aprenderemos sobre la ejemplaridad.” Arranca la primera de las conferencias que conformarán un ciclo sobre ética y abogacía que organizará y acogerá el Aula, fruto de la preocupación del despacho sobre el hueco que debe abrirse la práctica jurídica en una sociedad que merece y demanda transparencia y buen hacer.

“Para aproximarnos a la ejemplaridad, con ese aliento inicial ontológico, propongo una distinción entre ejemplo y ejemplaridad. ‘Ejemplo’ se mueve en el terrero del ‘ser’ y ‘ejemplaridad’ en el del ‘deber ser’. La ejemplaridad siempre es positiva y enuncia un ideal, el ejemplo, no”. Y así nuestro ponente desarrolla, uno a uno, todos los argumentos que apuntalan su teoría. Todos somos ejemplos y vivimos en un horizonte de ejemplos, en una red de influencias mutuas de la que es imposible escapar; el ejemplo produce un impacto civilizador, y virtuoso, y cívico, o bárbaro, que hace de nuestra conciencia un imperativo moral; la verdad moral, que reside en el propio ejemplo y es de la que nos valemos enseñar el bien y el mal, se impone frente a la científica.

La ejemplaridad, que existe como imperativo, como ideal, como propuesta de perfección prescriptiva que señala una dirección, que “ilumina una experiencia interior que moviliza el entusiasmo”, siempre es conflictiva. Provoca en ocasiones seguimiento, pero generalmente produce rechazo a su alrededor. Porque ante su propuesta de perfección, de virtuosismo, nacen dos posibilidades: reconocimiento y seguimiento o resistencia y profundo odio. Todo ejemplo positivo en nuestro entorno genera mala conciencia, incomoda, y todo ejemplo negativo provoca buena conciencia, continúa reflexionando Gomá. Como ver un programa de televisión plagado de ejemplos vulgares, que tranquiliza y seda la conciencia, frente a un ejemplo positivo, que expone y abre juicio.

La esfera de la ejemplaridad, defiende el ponente, que se restringe desde su visión filosófica, transversal, a la realidad, con ritmo geológico, y no ocupa la cambiante actualidad, con ritmo supersónico, inundó con la crisis los acontecimientos del día a día. El perdón que pidió en 2012 el Rey Juan Carlos a los españoles respondía a un aumento de la exigencia moral, de la aspiración de ejemplaridad, que demandaba la ciudadanía. Existían comportamientos legales que aún así eran reprochables. El concepto tradicional de derecho, con su ‘haz lo que quieras mientras cumplas la ley y no perjudiques a terceros’ ya no servía. El comportamiento del monarca era legal, y privado y, sin embargo, resultaba reprochable. Tanto como para que la monarquía pidiese disculpas públicas. Y fue entonces cuando la ejemplaridad saltó estrepitosamente a la esfera común. La realidad se había filtrado en la actualidad. Porque todos sentimos una exigencia moral, una búsqueda de la ejemplaridad, que muy posiblemente somos incapaces de definir. Y esa indefinición de una reclamación, sin embargo, exigible es intrínseca al propio concepto de ejemplaridad.

El poder, tan vinculado durante siglos a la ley, es otro de los conceptos de los que se sirve Gomá para diseccionar la ejemplaridad. Una unión, la de la obediencia y la ley, que la modernidad ha privilegiado dotándole con el monopolio de la violencia. Una ley, elemento de obediencia suprema de nuestro tiempo, la llamada “razón instrumental y técnica” en términos del alemán Max Weber, que hoy produce insatisfacción, proclama Gomá. Porque la ley ya no es suficiente. Y la ejemplaridad trata de cubrir sus taras. “Somos súbditos por fuera y libertarios por dentro. La ejemplaridad pretende superar esta fragmentación del ‘yo’”.

Y añade otro elemento para que lo comprendamos: “La ley no es más que una propuesta de costumbre. Confiamos a la costumbre nuestras infinitas decisiones, y como podemos confiar en las rutinas podemos ser creativos. Sin un lecho de costumbres es imposible avanzar como sociedad. Y las leyes sin su cumplimiento social, sin un lecho de costumbres, no son nada”. Costumbres que, como todo principio moral, suponen una limitación de la libertad. ¿Por qué obedecemos? ¿Por qué cumplimos las leyes? Gomá no duda: porque es lo hacen las personas como nosotros, decentes, respetuosas. Porque responde a la costumbre. La costumbre no lo es por la repetición sino porque aquello que se hace de forma repetida se hace, se renueva, porque en la conciencia se considera exigible.

Gomá navega por otros elementos que continúan armando su teoría de la ejemplaridad. La virtud vinculada a la violencia hasta la llegada de los fascismos. La posterior asociación entre virtud y paz. La inhibición de la pulsión primaria de venganza. La dignidad de todos los hombres y mujeres. Su igualdad. La obediencia entre iguales. La legitimidad de ejercicio. La legitimidad de ejercicio frente a la legitimidad de origen de los poderes públicos. La inspiración de confianza en el ejercicio de la potestad. Una potestad, la de la inspiración, inaccesible, incontrolable, a la que aspirar. Que jamás será una mercancía.

¿Son los poderes ejemplares, merecedores de crédito, de confianza? Porque ya no basta con contar con legitimidad de origen, con haber ganado en las urnas, con haber nacido rey. Los políticos deben aspirar a demostrar su legitimidad en el ejercicio de sus actos. Y en el relato del ejercicio del poder que las propias instituciones se construyan radicará la confianza que efectivamente deposite en ellas el pueblo, la obediencia de la sociedad de masas. Obediencia que conecta directamente, de nuevo, con la ley, y la ley, con el efectivo ejercicio de la abogacía. Abogacía que, recuerda Gomá, para muchos ciudadanos es la principal vía a través de la que el Estado se materializa, y también se pone a prueba. Y los abogados, exponentes de la dignidad, de la paz y de la confianza hacia el Estado de Derecho democrático.